En los paisajes verdes y húmedos de la Cataluña interior, entre bosques de encinas y antiguas zonas volcánicas, nace el Queso Garrotxa, uno de los quesos de cabra más refinados y reconocidos del panorama quesero español. Su carácter sobrio, su textura sedosa y su equilibrio aromático lo convierten en un producto ideal para quienes buscan sabores delicados, pero con personalidad.
El Queso Garrotxa tiene su origen en la comarca de La Garrotxa, en la provincia de Girona, una zona marcada por un clima húmedo poco habitual en el Mediterráneo. Aunque no cuenta con Denominación de Origen Protegida, sí posee un fuerte reconocimiento como producto tradicional catalán, recuperado en los años ochenta por pequeños productores que apostaron por devolver a la vida recetas casi olvidadas.
Se elabora a partir de leche pasteurizada de cabra, lo que da como resultado un queso seguro, estable y de perfil aromático limpio. Tras el moldeado y el prensado, las piezas pasan a madurar entre cuatro y ocho semanas en ambientes húmedos, favoreciendo la aparición de su característica corteza natural de color gris ceniza, cubierta por mohos nobles que protegen el interior y contribuyen a su identidad.
A la vista, el Garrotxa presenta un interior blanco y compacto, sin apenas ojos. Su textura es firme pero cremosa, con un punto mantecoso que se funde suavemente en boca. En cuanto al sabor, destaca por su suavidad y equilibrio, con notas lácticas frescas, recuerdos de setas, nuez y un ligero toque terroso procedente de la corteza. Su acidez es moderada y su final limpio, lo que lo hace especialmente fácil de disfrutar.
El Queso Garrotxa es un claro ejemplo de queso pensado para el consumo cotidiano, pero con la calidad suficiente para ocupar un lugar destacado en cualquier tabla de quesos artesanos. Su perfil elegante lo convierte en un excelente queso de transición, ideal para introducir quesos de cabra a quienes aún no están habituados a sabores intensos.
En cocina, su versatilidad es una de sus grandes virtudes. Funciona muy bien en ensaladas templadas, sobre verduras a la parrilla, en quiches o simplemente servido en finas cuñas con pan rústico. También admite maridajes variados: vinos blancos secos y aromáticos, espumosos catalanes o cervezas suaves de trigo, que respetan su delicadeza sin eclipsarla.
Más allá de su sabor, el Garrotxa representa una forma de entender la producción quesera basada en el respeto al entorno, la escala artesanal y la búsqueda de la armonía. Cada pieza refleja el paisaje húmedo y tranquilo del que procede, transmitiendo serenidad y autenticidad.
El Queso Garrotxa es, en definitiva, un queso discreto pero memorable. Un producto que no necesita imponerse para conquistar, y que resume con elegancia la riqueza y diversidad de la tradición quesera catalana.

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